Ego
Solo,
como un árbol en la mitad del mundo.
Preso
de la noche y de las sombras…
En medio de un no sé…
Con
categoría de bosque errabundo.
Oigo
una canción a lo lejos como latido de perro en la distancia…
Se
turba mi esperanza de soledad absoluta; luego, se apacigua, pues todo está
quieto como rueda de batán abandonada, en el desierto de arenas constreñidas,
teñidas de azul y rojo del antiguo avatar inclemente…
A
veces siento el pináculo de la tragedia entrelazarse con las raíces más ocultas
de la desnuda incertidumbre… y que todo ello me pertenece… ser…
¡Ah!
¿Pero,
quién soy yo, para creerme lo más vilipendiado de las cosas?
Siempre
quise decir desde mi esencia algo así como el silencio, propagándose al vacío
cual ondas gravitatorias de energía oscura…
Sentirme
como la nada en su plena libertad de desarrollo y apogeo…
Ávido
de confusión…
Sin
embargo, algo en mí, conspiraba contra el torque del desprecio…
Era
el ruido que azuzaba como viento cósmico…
Vaticinando la elocuencia de unas palabras
vagabundas, perdidas como olas en un océano de fonemas ininteligibles, que
nadie podía escuchar ni entender más que yo…
Palabras
reproducidas en el mismísimo gramófono del tiempo, donde se fueron mis años de
juventud oyendo la música prohibida de libertad y aguacero…
Es
algo que me dice: ¡Yo Soy!
Félix
M. de Óç.
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