VERSIÓN 2
En
Edén... Más exactamente en la isla de Óç. Al otro lado de los confines cósmicos
del universo oscuro del demiurgo Samael. El centauro Félix cantaba sus versos
de amor a la hermosa Dayana, princesa ondina de aguas cristalinas y olas
etéreas de mar:
_ “¡Oh mi bella amada! Princesa ondina
de cabello liso y frio como cascada de hielo. Ven sobre mi espalda a viajar
sobre el agrimensor de esta ínsula. Tuya es, como tuyo es mi corazón de poeta. Ven
conmigo, amada mía y lanzaré mi flecha al infinito, para que
guie nuestro amor por el eterno sendero de frutas frescas que te ofrezco.
¡Oh mi bella ondina! Tuyo es mi paraíso de poesía, vergel de fantasía en
donde vivimos esta historia de amor
tomados de la mano”.
Así,
cada tarde la bella ondina subía al lomo del centauro y juntos recorrían a
plenitud toda la isla de Óç. Eran
felices.
Hasta
que un día en las sombras... La vampira Lilith oyó el canto del centauro, cual
lejana luminaria musical en la noche. Entonces sintió celos de aquellas amorosas
palabras a la ondina. Se llenó de ira y envidia de tanto amor desplegándose como
brisa cálida entre el mar, la playa y la arboleda... Se quejó de Dayana ante su
esposo el orate Samael para que raptara a la princesa y la arrojara al mundo.
_ “Mirad Samael. Ella es veneno más que princesa
de agua y manantiales. Quiere ser la reina de las sombras... Imponer su poder por encima de ti y arrojarte
como escoria del abismo”. Mintió sagazmente la vampira.
El
demonio de tres nombres complació a su consorte. Raptó a la niña y la expulsó
al séptimo cielo a la tierra de Yahweh.
Entre
tanto, el centauro se enteró de lo que le había ocurrido a su ondina y con gran
enojo y coraje. Asió su arco y sus flechas. Y desde la montaña más alta de toda
la tierra de Óç. Gritó portentosamente hasta derribar mil árboles. Desafió a
duelo al demiurgo opresor... Mas éste ni siquiera le hizo caso.
Entonces
el centauro Félix, acongojado, aquejado de un gran dolor y una tenue esperanza,
pensó en que hacer para rescatar a su amada del mundo. Pero no le quedaba otra
cosa más que lastimar al demonio por la espalda... Y el vate lloroso cantó:
_“¡Oh malvada Lilith! ¿Crees tú qué me
has robado el amor? ¿Qué me has alejado de la bella ondina? Sabed infame, que nunca te saldrás con la
tuya. Desde el comienzo has perdido. Pues tú no sabes ni sabrás lo que es amar,
porque siempre has sentido celos, odio y
envidia... Además, tu consorte es el rey del desamor, que podrás esperar de él,
sino lidia. En cambió yo, guardo a mi niña en espíritu, la llevo perenne en mi
pecho. Y aunque mi amada no esté de cuerpo presente pero sí en alma... Desde mi
soledad la seguiré amando en el mundo... Pues ella, aunque te duela, siempre
vivirá en mi corazón”.
Al
escuchar este canto, la malvada Lilith enfureció como volcán activo que
destruye con detrito ardiente a un pueblo blanco. Se le incrementaron los celos
y el rencor. Pues estaba enamorada del
poeta y de sus melancólicas canciones. Entonces,
ávida de lujuria y placer. Tomó la forma de la ondina. Se arrojó a los brazos
del centauro y le hizo el amor estrepitosamente como una gran explosión de
súper nova...
Luego
se extendió la noche en el mar, la playa y el bosque... Y el Arkher nació de
aquella doble traición.
¡Al enterarse de todo
Samael estalló en ira!
Félix
el otrora pacífico poeta, decepcionado y triste, se había enfrascado en la
guerra contra los Lapitas y había sido capturado en combate por Teseo. Samael
en venganza pagó el rescate del centauro y en castigo por la afrenta de su
esposa, lo arrojó al mundo...
Hoy
en día el centauro Félix, en otro espacio-tiempo el gran Rey de la isla de Óç.,
es un simple ser humano: obeso, hipertenso, medio poeta, soñador y enamorado; y
la bella ondina Dayana... su noviecita hermosa a la que ama eternamente.