LA BIBLIOTECA
EFECTOS PSICOLÓGICOS DE LA VISITA A LA BIBLIOTECA INFANTIL
DEL BANCO DE LA REPÚBLICA.
Al sentirme rodeado de tantos libros, una imagen del pasado cual
cometa undívago, retornó a mi mente. Era un sueño repetitivo, como figuras
reflejadas en espejos paralelos. Un instante fugaz congelado en la memoria, que
de repente cobró vida como un “lithobates
sylvaticus” o rana del bosque, que sobrevive a bajísimas temperaturas, para
descongelarse luego, en un ambiente más propicio. Así el drama onírico surgió
del hielo en medio de tantos libros... como la rana... y seguidamente del humo
de incienso.
Todo sucedió en la habitación de mi abuelo. Yo contaba con
seis años de edad, cuando abrí aquella puerta secreta, en la pared color esmeralda
en diagonal a la cama doble y la repisa, en que se hallaban el radio de tubos y
las cajas de mentol, adjunta a los diferentes cuadros de santos de mi abuela.
Más allá de la puerta había una escalera de madera en forma de caracol, que se
extendía hacia la entrada de una biblioteca oculta.
Había en ella miles de tomos que reposaban en anaqueles
verdes profusos de telarañas y polvo. Era un cúmulo de conocimientos olvidados,
abandonados quien sabe por qué y cómo, sin embargo, estaban allí... Pues Cronos
había detenido su marcha poco antes del fin de aquella majestuosa obra... la
tenía como baluarte, como recuerdo de algo que debía de acontecer en otra época
y era menester suyo conservarla. En ese momento yo no entendía nada pero así
eran las cosas... que podía hacer yo.
Sin embargo, con el instante oportuno llegó la ocasión de
preguntarme que significa este sueño. ¿Por qué Cronos siendo tan destructor
como ha sido, ha servido de guardián implacable a esta biblioteca perdida en el
limbo de un muro? ¿Por qué aquella siempre ha estado oculta en la habitación de
mi abuelo y por qué ha predominado en sus estantes el color verde, las
telarañas y el polvo? ¿Qué significa todo esto?
De algo ha de servirme esta cita, seguramente para responder
a mis inquietudes... he debido pensar desde siempre.
Aunque ustedes no me crean fue algo asombroso, tanto así que
la visita a la biblioteca infantil revivió mi sueño repetitivo de infancia y
adolescencia, que a mi edad madura ya había olvidado para entonces. Eso
pensaba, no obstante, está vez el sueño afloró con más vehemencia que antes;
pues era cuestión de preguntarle a Apolo por aquellas cosas pasadas y que
relación tenían conmigo hoy a mis treinta y siete años de edad.
El ciego Tiresias, antes de partir a su división sexual, tras
separar las serpientes y dar sentencia sobre el placer orgásmico a los esposos
olímpicos, sirvió de mediador entre Apolo y el suscrito Félix M. de Óç., para
saber sobre el ensueño de la mencionada biblioteca. El futuro andrógino,
propuso el encuentro al pie del monte Parnaso, en Delfos, más concretamente en
el oráculo de Delfos. Era el momento de
asistir en sueños a la otra cara de la realidad en la tierra... al divino lugar
de la fantasía ecléctica.
La pitonisa inició el ceremonial después de haber sido pagada
la ofrenda y las correspondientes tasas pre-certamen adivinatorio. A
continuación el incienso se desplegaba en volutas de humo por todo el recinto. “Qué deseas preguntar”, me dijo la
sibila sentada en un trípode en el fondo del lugar. Toda ella se hallaba en un
estado de trance psíquico, hipnótico; mientras yo absorto trataba de comprender
la extraña parafernalia del rito. Casi molesta la adivina me volvió a
cuestionar sobre el asunto.
Deseo saber lo que quiero saber, le dije. Adivina tú que eres
la intermediaria entre el oráculo y este pobre mortal que no entiende nada de
nada. En ese preciso instante apareció Apolo, dorado como el sol. Lo miré en
los ojos de la pitonisa, que aun cuando estaban cerrados eran más amplios que
dos estadios.
“El verde es el color de la fecundidad -Habló el
interpelado de Delfos- de la abundancia,
la imaginación creadora y la integración del ser interior con el externo; así
como de la vida y la naturaleza al igual que el plumaje sagrado de
Quetzalcóatl, la serpiente emplumada de las Américas. En tanto que el
conocimiento es absoluto derivado del logos creador, que subyace en la
ascendencia y descendencia de la humanidad y de los dioses que en algún punto
del espacio-tiempo tarde o temprano se tienen que unir antes del séptimo día,
entre las manos de Urano. Mientras que el tiempo no sólo es Entropía sino
Sintropía perfecta como la resurrección del ungido de Dios, del salvador de tu
raza que ha vencido a la muerte y le ha pisado las sienes al diablo. Ha
devastado el Hades, secado a Poseidón y desenmascarado a Zeus. ¡Oh inevitable
lucha entre el bien y el mal! Entiendes ahora lo que debes entender, impaciente
mortal que has accedido aleatoriamente al conocimiento de un sueño descrito por
Morfeo y tal vez mal interpretado por Mercurio. ¿Entiendes?”
En ese momento debieron ser las
tres de la tarde, cuando se esfumó del todo la ensoñación propugnada por
Tiresias. ¿Qué he logrado comprender de toda esta magnifica experiencia
metafísica, sin ayahuasca ni alcohol, de vastísimos ejercicios espirituosos? Me
pregunté en mis adentros. Tal vez, nada o tal vez, todo, no lo sé. Sólo sé que
aquella biblioteca aún sigue allí, en medio de la pared, en la habitación de mi
abuelo, en el Edén del cielo, porque en
este plano ya no existe; sin embargo debe estar repleta de largos anaqueles
verdes llenos de hermosos libros pletóricos de telarañas, polvo y poesía,
cantando gestas y contando historias, guardando secretos místicos para ser develados
algún día... a quien se interese por su existencia.
“¡Son las seis!” Exclamo Diana. Pero no la cazadora, sino mi
compañera de clase que me hacía ver que
eran horas de irnos, que ya había sido suficiente imaginación por hoy, y que aunque lo fantástico no termina
nunca... el vigilante ya estaba cerrando las puertas de la biblioteca.
Félix M.
de Óç.
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