A LA MEMORIA DE UN AMOR PROHIBIDO 2
Por sentirte cerca…
amé el sereno de las noches claras.
Conquisté su silencio,
el sosiego
y la luna.
Pero aún así,
seguí sintiéndote lejos.
Entonces pregunté a mi tristeza:
¿en dónde estabas?
Su respuesta fueron tus manos ancladas en mi cara…
como dos veleros en un muelle triste…
¡Supe que conmigo ya no estabas!
Y me hallaron en duermevela las mañanas siguientes,
encandilado por estrellas lejanas;
mas no así,
a mi locura,
que gozaba aún de tu presencia,
la noche,
el sosiego (…)
y los titilantes visos de las anteriores luminarias,
porque sabía que eras mi soledad para siempre.
Félix M. de Óç.
Imagen de internet
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