EL SABER DE DIOS VA MÁS ALLÁ DEL BIEN Y DEL MAL
Nosotros si a acaso dilucidamos algunos misterios bajo el sol
Nosotros si a acaso dilucidamos algunos misterios bajo el sol
Un mensaje de luz para los que aún están en la sombra...
Y habló Jehová y dijo: “...Yo soy Jehová, y no hay ningún otro. Formando luz y creando oscuridad, haciendo paz y creando calamidad, yo Jehová, estoy haciendo todas estas cosas.”(Isaías 45; 6,7). Para nosotros, pobres hombres en medio de una penumbra de alto contenido críptico, misterioso, codificado desde una absoluta voluntad que trasciende el bien y el mal, que derruye nuestro entendimiento a una mísera idea de hombres supuestamente racionales, nos asusta y aturde el sólo hecho de pensar en un Dios todo poderoso y vengativo, que mide con vara de hierro su creación. Pero quienes somos nosotros para enjuiciar a Dios desde nuestra óptica ciega de simples creaturas mortales“¿Quién a tomado las proporciones del espíritu de Jehová, y quién como su hombre de consejo puede hacerle saber algo?” (Isaías 40, 13). ¿Quiénes nos creemos para cuestionar a Dios?
¡Oh Dios mío! Que nos baste a nosotros tener fe para acceder a tu luz, a tu infinita misericordia, y que por nuestra fe, dolor y arrepentimiento al menos seamos dignos de dormir bajo el dintel de las puertas de la nueva Jerusalén: cerca de nuestro señor Jesucristo tu hijo único y salvador nuestro, María su Madre Celestial, Ángeles y Apóstoles, Elegidos y Mártires, Profetas y Redimidos[1] y todos los Santos de tu gloria; y cerca de ti, ¡oh! Jehová nuestro Padre y Dios Verdadero ¡Qué me baste saber a mí, oh Dios mío, que te tengo cerca! Así sea.
Les hablo a vosotros hermanos que hemos estado tanto tiempo a la sombra de Dios, que nos hemos alejado de su luz creyendo hallar en el mundo de las pasiones humanas, el furor de la vida a través de la lujuria y otros vicios. Recordad hermanos, que Dios nos dio el libre y albedrio tan sólo para escoger a quien debemos de seguir en el mundo. Y Dios nos dijo: “Diríjanse a MÍ y sean salvos, todos ustedes [que están en los] cabos de la tierra; porque yo soy Dios, y no hay ningún otro.”(Isaías 45, 22). Y en (Isaías 46, 1,2 y 4) nos dice y nos advierte, pero también nos suministra auxilio espiritual: “Bell se ha doblado, Nebo está agachado; sus ídolos han venido a ser para las bestias salvajes y para los animales domésticos, sus cargas piezas de equipaje, una carga para los animales cansados. Tienen que agacharse; cada uno tiene que doblarse por igual; simplemente no pueden suministrar escape para la carga, sino que su propia alma tiene que ir al cautiverio.”Sin embargo, más adelante prescribe Jehová: “Yo mismo ciertamente actuaré, para que yo mismo pueda llevar y para que yo mismo pueda soportar y suministrar escape.”. Hermanos en la sombra, no seamos más bestias de carga... El mundo es una penumbra entre la luz de Dios en cabeza de su hijo Jesucristo nuestro señor y salvador y entre la sombra... el principado inicuo del acusador Satanás. Todo ocurre en cumplimiento de la Sagrada Ley Moral en la Tierra, división perfecta entre el bien y mal, principio de apostasía, redención y parusía... En otras palabras hermanos, huyamos del pecado y encomendémonos a Dios, oremos y sigamos fielmente a Jesucristo, con nuestra cruz a cuestas.
En su libro “Narraciones de un exorcista” Gabriele Amorth afirma que “A la luz de la centralidad de Cristo se ve el plan de Dios que creó buenas todas las cosas por Él y para Él. Y se ve la obra de Satanás, el enemigo, el tentador, el acusador, por cuya sugestión entró en la creación, el mal, el dolor, el pecado, la muerte. Y se manifiesta la restauración del plan divino realizada por Cristo con su sangre”.
En Efesios 6, 12, Pablo en su leal saber y entender describe indefectiblemente al enemigo común al cual debemos hacer frente: “Porque tenemos una pelea, no contra sangre y carne, sino contra los gobiernos, contra las autoridades, contra los gobernantes mundiales de esta oscuridad, contra las fuerzas espirituales inicuas en los lugares celestiales”. Recordemos hermanos que nuestros cuerpos son el templo de Dios tal como Jesucristo nos lo enseñó en Juan 2, 19-21: “...Demuelan este templo y en tres días lo levantaré... mas Él hablaba del templo de su cuerpo”. De allí que nuestra obligación sea cuidar el templo de Dios... apartarnos del inicuo, proteger los lugares santos: huir de la perdición del alcohol, del cigarrillo, de las drogas, del dinero fácil, de los casinos y prostíbulos, en fin, de todos aquellos antros en los cuales habita el diablo y en los cuales nos tienta para perdición nuestra. Pero también de los excesos de todo tipo: como es posible ceder a las tentaciones del dinero y la opulencia y de tanto trabajar y producir riquezas, olvidarnos de que Dios existe. Olvidarnos de Dios es olvidarnos de nosotros mismos, hermanos. Y vivir sin su luz es existir en una oscuridad de muerte.
Jamás podré olvidar el infierno en vida que soporté cuando creí que la riqueza lo era todo, que el supuesto prestigio debería ser una meta, que la economía un fin, que la política una realidad irrevocable, que el estado suplantaba a Dios y que nuestra existencia era sólo nuestra y que dependía de un código sustancial... a pasos agigantados el: 666 de la bestia. “Aquí es donde entra la sabiduría: el que tenga inteligencia, calcule el número de la bestia salvaje, porque es número de hombre; y su número es seiscientos sesenta y seis.”(Revelación 13, 18). Entonces yo padecí las vejaciones del diablo por apartarme de Dios. Y todo fue sufrimiento y soledad. Fui atacado por posesos de Satanás y destruyeron mi lugar de trabajo. Y hubo una gran explosión y otros posesos me abandonaron a mi suerte. Y viví el infierno de la gran ramera del apocalipsis “y sobre su frente estaba escrito un nombre, un misterio: Babilonia la grande, la madre de las rameras y de las cosas repugnantes de la tierra. Y vi que la mujer estaba borracha con la sangre de los santos y con la sangre de los testigos de Jesús.” (Revelación 17, 5 y 6). Pues yo padecí las vejaciones del diablo por apartarme de Dios y por embriagarme y acostarme con aquella prostituta del diablo. Y los elementos se fueron contra mí y otros posesos de Belcebú me persiguieron y me acusaron y todo fue un plañir y un crujir de dientes.
Y sin embargo, yo seguí en la oscuridad y me embriagaba y me acostaba con prostitutas; pero en medio de mi vomito yo rogaba a Dios que me sacara de mi propia repugnancia. Entonces Jehová permitió que Satanás me obsesionara hasta el cansancio: y de pronto una oscuridad se apoderó de mí, un vacío existencial se abrió a mis pies como un abismo de fuego y sentí miedo de morir... viví en carne propia la segunda muerte: “pero en cuanto a los cobardes y los que no tienen fe y los que son repugnantes en su suciedad y asesinos y fornicadores y los que practican espiritismo e idolatras y todos los mentirosos, su porción será el lago que arde con fuego y azufre. Esto significa la muerte segunda.” (Revelación 21, 8) ¡Ah pobre de nosotros: entidades psicofísicas en un ambiente de perdición! A veces creemos que con la muerte de nuestros cuerpos todo nuestro dolor finaliza y que con el suicidio termina todo; pero no hermanos míos... la muerte primera es una caricia en comparación con la segunda. La agonía de la primera por ser del tiempo es del tiempo, la otra por ser del alma es infinita. Y que decir del terror ¡Ay Dios mío, líbranos del terror! La soledad del ínfimo ser humano sin Dios es peor que la muerte física, es un estado de inconsciencia a perpetuidad extrema, un abismo sin fin en donde el alma muere de hambre y sed de espíritu... un colapso en nuestra propia entraña emocional, un total remordimiento de nuestras culpas. En los acontecimientos de un ritual exorcista, el Padre Cándido con un ejemplo interrogó al demonio sobre cómo era el infierno. El maligno a través del poseso le contestó al sacerdote: “...Allí cada uno vive replegado en sí mismo y desgarrado por sus remordimientos. No existe ninguna relación con nadie; cada cual se encuentra en la soledad más absoluta, llorando desesperadamente el mal que ha hecho. Es como un cementerio”.[2]
¡Oh Señor Jesús! Maestro y salvador nuestro, líbranos de la podredumbre y oscura tumba de Satanás, libéranos del mal, rescátanos del abismo. Muéstranos el camino a Dios, danos de tu vino y pan de espíritu para que nuestras almas no desfallezcan y sigan tu luz de vida por siempre y para siempre. Amen.
Hermanos en la oscuridad, el demonio busca apartarnos de Dios, no seamos más sus juguetes, por favor no seamos más su alimento, no agrandemos con nuestras almas el infierno. Busquemos a Dios, a Jesucristo su Hijo, a María Santísima auxiliadora. Pidamos al Espíritu Santo que nos de el don de fortaleza para aguantar las tentaciones y el de temor a Dios para ser dignos de Él. Tengamos fe en la Sagrada Palabra: “...Jesús clamó y dijo: El que pone fe en mí, no pone fe en mí [solamente], sino [también] en el que me envió; y el que me contempla, contempla [también] al que me envió. Yo he venido como luz al mundo, para que todo el que pone fe en mí no permanezca en la oscuridad.” (Juan 12, 44-46).
Hermanos en la oscuridad de este mundo, busquemos la luz, seamos seres de luz. Y digamos con Santa Teresa de Jesús: “No entiendo el miedo de quien grita: ¡Demonio! ¡Demonio!; cuando podría gritar: ¡Dios! ¡Dios! Y llenar de espanto el infierno”.
Félix M. de Óç.
[1] Ver Revelación 7, 9 - 10.
[2] Narraciones de un exorcista. Gabriele Amorth. Editorial San Pablo.
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