SOBRE LA IRA DE DIOS
Hermanas y hermanos en Cristo, es muy frecuente hallar en el Antiguo Testamento referencias a la ira de Dios, como por ejemplo: el establecimiento de la muerte por el pecado original, el diluvio universal, la destrucción de Sodoma y Gomorra, la muerte de Onán etc. Y muchas veces nos hemos preguntado ¿por qué tanta violencia de parte de nuestro Dios si acaso Él mismo cuantas veces nos ha dicho que es bondadoso? E inclusive, tal cuestionamiento en más de una ocasión ha puesto a prueba nuestra fe. Pues bien mis queridos hermanos, la misión de este humilde ensayo es tratar de vislumbrar desde la óptica de un pobre ser humano, el porqué de la ira de nuestro Padre. Ruego al Espíritu Santo ser mi guía en este osado intento. Bendito sea Dios por permitirnos a hombres y mujeres poder escudriñar sus escrituras.
Para tal fin, he recurrido a una interpretación de carácter axiológica, doxástica y epistemológica como complemento, pero siempre a la luz de la Sagrada Palabra. Empecemos por la cuestión axiológica. En su libro en “Defensa de Dios” el presbítero Timothy Keller cita a la doctora Becky Pippert que al referirse sobre la ira dice: “...la rabia no es lo contrario al amor. Es el odio, y la forma suprema del odio es la indiferencia”. De allí que si observamos de manera objetiva el rigor de nuestro Padre Celestial, observamos más bien un acto de rabia por preocupación que de odio por nuestra conducta. En otras palabras, nos castiga porque nos ama. Por ejemplo: En Isaías 24, 1 y 5: Dios irrumpe en cólera a causa de la mala voluntad de su creación: “¡Mira! Jehová, está vaciando la tierra y dejándola asolada y ha torcido la faz de ella y ha esparcido sus habitantes”. ¿Mas por qué esta reacción?“ [Porque] ...La mismísima tierra ha sido contaminada bajo sus habitantes, porque han pasado por alto las leyes, han cambiado la disposición reglamentaria, han quebrantado el pacto indefinidamente duradero”. Y sin embargo, en Isaías 25, 8, se escribe: “Él realmente se tragará a la muerte para siempre, y el señor Jehová ciertamente limpiará las lágrimas de todo rostro...”. Porque como un buen padre nos ama y nos corrige; pues su verdadera intención es nuestro bienestar y no sólo el castigo, pues el castigo simplemente es un medio para enderezar nuestros caminos que finalmente nos conducirán a Él: “Porque el día de mi venganza está en mi corazón, y el mismísimo año de mis recomprados ha venido”. “...Durante [el tiempo de] toda la angustia de ellos le fue angustioso a Él. Y su propio mensajero personal los salvó. En su amor y en su compasión Él mismo los recompró, y procedió a alzarlos y llevarlos todos los días de mucho tiempo atrás” (Isaías 63; 4 y 9).
Y es que el Padre nos ama, tanto así que a través de los hombres de ciencia nos advierte. He ahí, que nuestro deber sea escuchar. Verbigracia los científicos predicen que el calentamiento global debido al incremento de smog en la atmosfera, traerá consigo terribles consecuencias para la humanidad, definitivamente un auto-castigo: “el calentamiento global ha ocasionado un aumento en la temperatura promedio de la superficie de la tierra. A causa de la fusión de porciones del hielo polar, el nivel del mar sufrió un alza de 4-8 pulgadas durante el pasado siglo y se estima que habrá de continuar aumentando... la magnitud y frecuencia de las lluvias también ha aumentado debido a un incremento en la evaporación de los cuerpos de agua superficiales ocasionado por el aumento de la temperatura”. Los científicos estiman: “que este incremento en la evaporación de agua resultará en un aumento en la intensidad y frecuencia de los huracanes y tormentas. También será la causa de que la humedad del suelo se reduzca debido al alto índice de evaporación, y que el nivel del mar aumente...”[1]. ¿Será qué nuestra indebida conducta estará gestando un nuevo diluvio universal? Afortunadamente en el Génesis 9, 11: Dios se compromete con Noé de nunca más exterminar la vida en la tierra al furor de un diluvio: “Sí, de veras que establezco mi pacto con ustedes: nunca más será cortada [de la vida] toda carne por aguas de un diluvio, y nunca más ocurrirá un diluvio para arruinar la tierra”. Con seguridad Dios no exterminará de nuevo la vida en la tierra. Pero si nuestra conducta continúa por el camino del abuso y el atropello, no esperemos caricias y abrazos de parte de Él, sino justicia divina que implica mucho sufrimiento y dolor. Correctivo que ninguno de nosotros desea, pero que ha veces los hijos necesitan para ser mejores. Esperemos siempre el amor de Dios nunca su indiferencia.
Por otra parte, desde mi punto de vista doxástico la ira de Dios implica la sombra de sí mismo creada por Él como mecanismo místico para efectuar el culmen de su Gran Obra. De allí, que Jehová recurra a la muerte, al Hades in-existencial (el Nihil-Absolutum) el diablo como auxiliador o acicate evolutivo de su creación. “Y procedió Dios a decir: llegue a haber luz. Entonces llegó haber luz. Después de eso vio Dios que la luz era buena, y efectuó Dios una división entre la luz y la oscuridad”. (Génesis 1, 3 y 4). En contraposición primigenia a este misterio de oscuridad, Dios había creado la luz o sea, la Vida Eterna en recompensa para su creación. No obstante, a la promesa de vida, el hombre antepone el pecado original que implica comer del fruto prohibido (“ante esto, la serpiente le dijo a la mujer: positivamente no morirán. Porque Dios sabe que en el mismo día que coman de él tendrán que abrírseles los ojos y tendrán que ser como Dios, conociendo lo bueno y lo malo” )[2], o sea, hacerse al conocimiento del bien y del mal. Otrora el hombre animal libre de la muerte y por lo tanto libre del pecado, ahora se enfrenta al surgir de su conciencia, que trae consigo misma el sufrimiento del ser ante la nada: es el nacimiento de la existencia psicofísica. Por vez primera el hombre confronta cara a cara la muerte. A partir de este momento el hombre y la mujer se enteran de que existen y de que están obrando mal... ha nacido el pecado, pues a partir de este momento la humanidad tiene ojos para ver. Al respecto dijo Jesús en Juan 9, 39: “...Si fueran ciegos, no tendrían pecado. Pero ahora ustedes dicen: vemos. Su pecado permanece”. No obstante, el libre albedrío de la conciencia que implica el conocimiento moral, y por lo tanto el pecado y en consecuencia el castigo. Jehová también nos tiene predestinado un camino que no podemos evadir debido a la Gracia de Dios; y es que a través del cambio de las formas hile-cinéticas (materia en movimiento) es que la evolución ha sido posible en el universo en un ciclo dialéctico de vida y muerte, de ser, para dejar de ser, de transformación[3]. En Isaías 10, 3: el asirio es el demonio que causa el castigo, la ira de Dios a través del él: “¡Aja, el asirio, la vara para mi cólera, y el palo que está en la mano de ellos para mi denunciación!”. Figura que además se puede entender como aquella ley impersonal de predestinación: “aunque él no sea así, se sentirá inclinado; aunque su corazón no sea así, él tramará, porque el aniquilar está en su corazón, y el cortar naciones no pocas”. Según los principios de la termodinámica, la segunda ley de la misma implica que todo sistema termodinámico tiende al caos, en otras palabras a retornar a su origen: “Con el sudor de tu rostro comerás pan hasta que vuelvas al suelo, porque de él fuiste tomado. Por que polvo eres y a polvo volverás” (Génesis 3, 19). En consecuencia la muerte, que será el peor castigo para el hombre, en este mundo psicofísico le será de cualquier modo inevitable. Hasta el día en que el mismo Jesucristo resucite al justo en Espíritu, conciencia y carne, venza a la muerte y establezca el Reino de Dios en los cielos y la tierra: “Y tiene que suceder que cuando Jehová termine toda su obra en el monte Sion y en Jerusalén, me encargaré de la rendición de cuentas por el fruto de la insolencia del corazón del rey de Asiria y por el engreimiento de su altanería de ojos”. (Isaías 10, 12).
En conclusión mis hermanos, la ira de Dios por una parte nace de nuestras injusticias, de nuestra arrogancia, de nuestra desobediencia; pues Dios como padre que ama a sus hijos los corrige en derecho. Mas, no nos odia, pues siempre estará al pendiente nuestro. En tanto, que como resultado inevitable de su obra, el castigo será un mal necesario para el perfeccionamiento de la misma. ¿Qué Por qué? He ahí los misterios de Dios. “Formando luz y creando oscuridad, haciendo paz y creando calamidad, Yo Jehová, estoy haciendo todas estas cosas” (Isaías 45, 7).
Félix M. de Óç.
[1] D.R.A. 2001 Lillian Bird y José Molineli.
[2] Génesis 3; 4,5
[3] Evolución material, biológica y cultural.
Imagen tomada de internet.
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