jueves, 19 de agosto de 2010

MÁS ALLÁ DEL OLVIDO



MÁS ALLÁ DEL OLVIDO...
“Palabras de un agnóstico que se convirtió al cristianismo”



INTRODUCCIÓN


“... ¿Quién, pues, podrá ser salvo? Él les dijo: lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios” (Lucas 18; 26, 27).
Amigas y amigos míos, la dimensión ética del hombre implica la construcción de la personalidad jurídica de cada uno de nosotros. Comportarnos éticamente es hacernos sujetos de derechos y obligaciones a la par de lo que establezca en sí, cual norma jurídica, la Carta Política Colombiana. En otras palabras, es hacernos verdaderos ciudadanos a conciencia, pero a la luz de la ley en sentido amplio... incluyendo las buenas costumbres y la legislación natural. Por otra parte, la dimensión estética del ser humano abarca el proceso de identidad; o sea la necesidad de ser nosotros mismos, de construirnos, de crearnos, de realizarnos en un mundo que de entrada nos niega la posibilidad de existir auténticamente. La creación estética del ser implica hacer uso de la libertad y la puesta en marcha del libre desarrollo de la personalidad. Sin embargo, ambas dimensiones se construyen dentro de la realidad Psicofísica del mundo de gran inestabilidad intrínseca, razón por la cual, dejan un enorme vació en el ser, que aunque logre estabilidad jurídica en lo ético y emocional en lo estético. No dan de ninguna manera sentido de vivir o de vida en el hombre; y lo peor todavía, es que pueden degenerarse y degenerarnos.


Entonces caemos en la depresión existencial y nuestro refugio en lo ético se puede convertir en una “ascesis mundana” que aún más nos esclaviza y derruye a la posibilidad de existir en la determinación automática de la mente. Nos volvemos “mártires” del trabajo, de la política, de la fugacidad del tiempo, de la producción de la riqueza así no sea para nosotros, de la moda o deformada “kalokagathia”[1] actual, entre otras muchas situaciones. Entonces lo ético se trastoca en anti-ético y aparecen fenómenos en nuestra sociedad que hacen implacable e inviable nuestro mundo. Realidad de aquello es el paramilitarismo, las multinacionales, el narcotráfico, las narco-guerrillas, la corrupción política, el terrorismo; así como la bulimia y la anorexia en las mujeres y el uso y abuso de esteroides en los hombres; y con mucha frecuencia enfermedades nerviosas por exceso de trabajo, tal como el herpes de la varicela desatado por el estrés.


Pero no solamente es la dimensión ética la que se corrompe. Pues la dimensión estética no se escapa a la entropía de nuestro mundo psicofísico y la búsqueda de identidad puede degenerar en un hedonismo positivo que nos esclavice en el placer, y que fácilmente nos pueda llevar al alcoholismo y a la drogadicción, al lenocinio de nuestros cuerpos y por qué no, finalmente al suicidio.


Amigas y amigos míos, yo como ser humano que soy de alguna manera experimenté ambas situaciones, tanto en lo positivo como en lo negativo de las mismas. Y doy como testimonio que aunque logré existir en lo bueno de lo ético y lo estético. Jamás encontré en ellas salvación, o sea: Vida. Pues el sentido de la vida sólo lo he hallado a través de la espiritualidad, en mi caso a través de Dios, de Jesucristo y el Espíritu Santo. Es por eso que empecé esta introducción citando a Lucas 18; 26,27, pues en aquellos versículos Cristo nos habla de la Gracia de Dios; o sea del amor de Dios hacia nosotros. Un regalo gratuito de salvación. ¿Pero salvación contra qué o contra quién se preguntaran muchos? Pues contra el maligno, obviamente; o sea, de la muerte en vida de simplemente existir en el mundo, de ser sujetos existenciales sin ton ni son, arrojados a un sistema de cosas absurdas, donde todo es relativo y caótico y el orden sucumbe a la segunda ley de la termodinámica. La espiritualidad por el contrario implica un orden absoluto y real, el rostro de Dios, la sabiduría de Dios, pues esto es la vida eterna, tener conocimiento de Él, Dios Padre todo poderoso. “Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo”. (Juan 17, 3). Por eso la espiritualidad es el verdadero camino de liberación, quien anda en ella verdaderamente se puede considerar libre, “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”(Juan 8, 32), incluso en la tierra de opresión en la cual caminamos diariamente; no en vano Jesucristo oró por nosotros en la circunstancia de existir, no obstante, en la búsqueda de Dios por nosotros: “Yo te solicito que no los saques del mundo, sino que los vigiles a causa del inicuo... Santifícalos por medio de la verdad; tu palabra es la verdad”. (Juan 17, 15 y 18). De allí que la espiritualidad nos libera y nos reconforta, nos auxilia en momentos de crisis; y lo mejor, es que nos explica a través de la fe, el porqué de nuestras existencias, o sea, sentimos en Dios una razón teleológica de vivir. ¡Por Dios y sólo por Él en realidad experimentamos la vida! y vamos más allá de la simple y llana existencia.


En conclusión, amigas y amigos, la dimensión ética y estética no bastan para realizarnos plenamente como seres integrales. Es menester la espiritualidad, creer en Dios, en un ser superior que guíe nuestras vidas a la trascendencia, a una finalidad ecuménica de evolución psicofísica y espiritual. Pues la creación aún está en proceso y dijo el maestro Jesús: “...Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y terminar su obra” (Juan 4, 34). Mas para bien finiquitar en ello, no debemos olvidar y cumplir a cabalidad su mandamiento de amor: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado...” En Juan 13, 34, esto nos habló el Cristo.


Félix M. de Óç.

[1] El término Kalokagathia designa el ideal de virtud de la aristocracia griega. Según Aristóteles, “se dice kalokagathia de lo que es perfectamente bueno y bello...” (Atlas Universal de Filosofía OCEANO). Sin embargo, el término lo he usado de manera satírica para referirme al uso y abuso tanto en hombres como mujeres de drogas para mantener una figura hermosa según los criterios de belleza actuales.
Imagen bajada de internet.

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