CANTO
CUADRAGÉSIMO PRIMERO
1.
Caín-Satanás
azuzó como a perros rabiosos al pueblo judío en contra del salvador de la humanidad…
“Pilato les dijo: “Entonces, ¿qué haré con
Jesús, el llamado Cristo?”. Todos dijeron: “¡Al madero con él!”. Él dijo:
“Pues, ¿qué mal ha hecho?”. Pero ellos siguieron clamando más y más: “¡Al
madero con él!”. (Mateo)
2.
Jesucristo
muere en la cruz y sufre de lleno todo el sadismo del Dragón…
“Cuando
llegó a ser la hora sexta, una oscuridad cayó sobre toda la tierra hasta la
hora nona. Y a la hora nona Jesús clamó
con voz fuerte: “É·li, É·li, ¿lá·ma sa·baj·thá·ni?”, que, traducido, significa:
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”. Y algunos de los que estaban de pie cerca, al
oírlo, empezaron a decir: “¡Miren! Llama a Elías”. Pero uno corrió, empapó una esponja en vino
agrio, y, poniéndola en una caña, le daba de beber, diciendo: “¡Déjen[lo]!
Veamos si Elías viene a bajarlo”. Pero
Jesús dio un grito fuerte, y expiró. Y
la cortina del santuario se rasgó en dos, de arriba abajo”.
(Marcos)
Jesucristo ingresa a las regiones intermedias, se enfrenta a Satanás [1] y rescata a los
humanos anegados en la muerte [2]…
[1] “¡Miren! Viene con las nubes, y todo ojo le
verá, y los que lo traspasaron; y todas las tribus de la tierra se golpearán en
desconsuelo a causa de él. Sí, amén. “Yo
soy el Alfa y la Omega —dice Jehová Dios—, Aquel que es y que era y que viene,
el Todopoderoso.” […] Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo, y,
habiéndome vuelto, vi siete candelabros de oro,
y en medio de los candelabros a alguien semejante a un hijo de hombre,
vestido de una prenda de vestir que llegaba hasta los pies, y ceñido por los pechos
con un cinturón de oro. Además, su cabeza
y su cabello eran blancos como lana blanca, como nieve, y sus ojos como una llama
de fuego; y sus pies eran semejantes al
cobre fino cuando fulgura en el horno; y su voz era como el sonido de muchas
aguas. Y en su mano derecha tenía siete
estrellas, y de su boca salía una aguda espada larga de dos filos, y su
semblante era como el sol cuando resplandece en su poder. Y cuando lo vi, caí como muerto a sus pies. Y
él puso su mano derecha sobre mí y dijo: “No tengas temor. Yo soy el Primero y
el Último, y el viviente; y llegué a
estar muerto, pero, ¡mira!, vivo para siempre jamás, y tengo las llaves de la
muerte y del Hades”. (Revelación)
“Y
otra vez se oyó la voz de trueno que decía: Abrid vuestras puertas eternas, que
el Rey de la Gloria quiere entrar. Y la
Furia gritó, rabiosa: ¿Quién es el Rey de la Gloria? Y los ángeles de Dios
contestaron: El Señor poderoso y vencedor. Y, en el acto, las grandes puertas de bronce
volaron en mil pedazos, y los que la muerte había tenido encadenados se
levantaron. Y el Rey de la Gloria entró
en figura de hombre, y todas las cuevas de la Furia quedaron iluminadas. Y
rompió los lazos, que hasta entonces no habían sido quebrantados, y el socorro
de una virtud invencible nos visitó, a nosotros, que estábamos sentados en las
profundidades de las tinieblas de nuestras faltas y en la sombra de la muerte
de nuestros pecados”. (Evangelio de Nicodemo)
[2]
“Y el Señor extendió su mano, y dijo:
Venid a mí, todos mis santos, hechos a mi imagen y a mi semejanza. Vosotros,
que habéis sido condenados por el madero, por el diablo y por la muerte, veréis
a la muerte y al diablo condenados por el madero. Y, en seguida, todos los
santos se reunieron bajo la mano del Señor. Y el Señor, tomando la de Adán, le
dijo: Paz a ti y a todos tus hijos, mis justos”. (Evangelio de Nicodemo)
“Y
vi tronos, y hubo quienes se sentaron en ellos, y se les dio poder para juzgar.
Sí, vi las almas de los que fueron ejecutados con hacha por el testimonio que
dieron de Jesús y por hablar acerca de Dios, y los que no habían adorado ni a
la bestia salvaje ni a su imagen, y que no habían recibido la marca sobre la
frente ni sobre la mano. Y llegaron a vivir, y reinaron con el Cristo por mil
años. (Los demás de los muertos no
llegaron a vivir sino hasta que se terminaron los mil años.) Esta es la primera
resurrección. Feliz y santo es
cualquiera que tiene parte en la primera resurrección; sobre estos la muerte
segunda no tiene autoridad, sino que serán sacerdotes de Dios y del Cristo, y
reinarán con él por los mil años”. (Revelación)
3.
Los
demonios tiemblan de terror ante la divina presencia de Jesucristo
“Al
ver aquello, los dos príncipes de la muerte y del infierno, sus impíos
oficiales y sus crueles ministros quedaron sobrecogidos de espanto en sus
propios reinos, cual si no pudiesen resistir la deslumbradora claridad de tan
viva luz, y la presencia del Cristo, establecido de súbito en sus moradas. Y
exclamaron con rabia impotente: Nos has vencido. ¿Quién eres tú, a quien el
Señor envía para nuestra confusión? ¿Quién eres tú, tan pequeño y tan grande,
tan humilde y tan elevado, soldado y general, combatiente admirable bajo la
forma de un esclavo, Rey de la Gloria muerto en una cruz y vivo, puesto que
desde tu sepulcro has descendido hasta nosotros? ¿Quién eres tú, en cuya muerte
ha temblado toda criatura, y han sido conmovidos todos los astros, y que ahora
permaneces libre entre los muertos, y turbas a nuestras legiones? ¿Quién eres
tú, que redimes a los cautivos, y que inundas de luz brillante a los que están
ciegos por las tinieblas de sus pecados? Y todas las legiones de los demonios,
sobrecogidos por igual terror, gritaban en el mismo tono, con sumisión temerosa
y con voz unánime, diciendo: ¿De dónde eres, Jesús, hombre tan potente, tan
luminoso, de majestad tan alta, libre de tacha y puro de crimen? Porque este
mundo terrestre que hasta el día nos ha estado siempre sometido, y que nos
pagaba tributos por nuestros usos abominables, jamás nos ha enviado un muerto
tal como tú, ni destinado semejantes presentes a los infiernos. ¿Quién, pues,
eres tú, que has franqueado sin temor las fronteras de nuestros dominios, y que
no solamente no temes nuestros suplicios infernales, sino que pretendes librar
a los que retenemos en nuestras cadenas? Quizá eres ese Jesús, de quien
Satanás, nuestro príncipe, decía que, por su suplicio en la cruz, recibiría un
poder sin límites sobre el mundo entero”. (Evangelio de
Nicodemo)
4.
El
caos se apodera del infierno, los demonios se sublevan contra Caín-Satanás y
sus principales lugartenientes Belzebú y Luzbel.
“Y
la Furia, bramando, aullando y abrumando a Satanás con violentos reproches, le
dijo: Belzebú, príncipe de condenación, jefe de destrucción, irrisión de los
ángeles de Dios, ¿qué has querido hacer? ¿Has querido crucificar al Rey de la
Gloria, sobre cuya ruina y sobre cuya muerte nos habías prometido tan grandes
despojos? ¿Ignoras cuán locamente has obrado? Porque he aquí que este Jesús
disipa, por el resplandor de su divinidad, todas las tinieblas de la muerte. Ha
atravesado las profundidades de las más sólidas prisiones, libertando a los
cautivos, y rompiendo los hierros de los encadenados. Y he aquí que todos los
que gemían bajo nuestros tormentos nos insultan, y nos acribillan con sus
imprecaciones. Nuestros imperios y nuestros reinos han quedado vencidos, y no
sólo no inspiramos ya terror a la raza humana, sino que, al contrario, nos
amenazan y nos injurian aquellos que, muertos, jamás habían podido mostrar
soberbia ante nosotros, ni jamás habían podido experimentar un momento de alegría
durante su cautividad. Príncipe de todos los males y padre de los rebeldes e
impíos, ¿qué has querido hacer? Los que, desde el comienzo del mundo hasta el
presente, habían desesperado de su vida y de su salvación no dejan oír ya sus
gemidos. No resuena ninguna de sus quejas clamorosas, ni se advierte el menor
vestigio de lágrimas sobre la faz de ninguno de ellos. Rey inmundo, poseedor de
las llaves de los infiernos, has perdido por la cruz las riquezas que habías
adquirido por la prevaricación y por la pérdida del Paraíso. Toda tu dicha se
ha disipado y, al poner en la cruz a ese Cristo, Jesús, Rey de la Gloria, has
obrado contra ti y contra mí. Sabe para en adelante cuántos tormentos eternos y
cuántos suplicios infinitos te están reservados bajo mi guarda, que no conoce
término. Luzbel, monarca de todos los perversos, autor de la muerte y fuente
del orgullo, antes que nada hubieras debido buscar un reproche justiciero que
dirigir a Jesús. Y, si no encontrabas en él falta alguna, ¿por qué, sin razón,
has osado crucificarlo injustamente, y traer a nuestra región al inocente y al
justo, tú, que has perdido a los malos, a los impíos y a los injustos del mundo
entero?” (Evangelio de Nicodemo)
Mientras
Jesucristo rescata a Adán y a los humanos; los ángeles capturan y hacen
prisionero a Satanás. El Dragón es entregado al nuevo gobierno infernal y es
condenado a mil años de cárcel.
“Y,
cuando la Furia acabó de hablar así a Satanás, el Rey de la Gloria dijo a la
primera: El príncipe Satanás quedará bajo tu potestad por los siglos de los
siglos, en lugar de Adán y de sus hijos, que me son justos”. (Evangelio
de Nicodemo)
“Y
vi a un ángel que descendía del cielo con la llave del abismo y una gran cadena
en la mano. Y prendió al dragón, la
serpiente original, que es el Diablo y Satanás, y lo ató por mil años. Y lo arrojó al abismo, y [lo] cerró y [lo]
selló sobre él, para que no extraviara más a las naciones hasta que se
terminaran los mil años. Después de estas cosas tiene que ser desatado por un
poco de tiempo”. (Revelación)
Félix
M. de Óç.
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