domingo, 29 de agosto de 2010

EL SABER DE DIOS MÁS ALLÁ DEL BIEN Y DEL MAL



EL SABER DE DIOS VA MÁS ALLÁ DEL BIEN Y DEL MAL
Nosotros si a acaso dilucidamos algunos misterios bajo el sol

Un mensaje de luz para los que aún están en la sombra...

Y habló Jehová y dijo: “...Yo soy Jehová, y no hay ningún otro. Formando luz y creando oscuridad, haciendo paz y creando calamidad, yo Jehová, estoy haciendo todas estas cosas.”(Isaías 45; 6,7). Para nosotros, pobres hombres en medio de una penumbra de alto contenido críptico, misterioso, codificado desde una absoluta voluntad que trasciende el bien y el mal, que derruye nuestro entendimiento a una mísera idea de hombres supuestamente racionales, nos asusta y aturde el sólo hecho de pensar en un Dios todo poderoso y vengativo, que mide con vara de hierro su creación. Pero quienes somos nosotros para enjuiciar a Dios desde nuestra óptica ciega de simples creaturas mortales“¿Quién a tomado las proporciones del espíritu de Jehová, y quién como su hombre de consejo puede hacerle saber algo?” (Isaías 40, 13). ¿Quiénes nos creemos para cuestionar a Dios?


¡Oh Dios mío! Que nos baste a nosotros tener fe para acceder a tu luz, a tu infinita misericordia, y que por nuestra fe, dolor y arrepentimiento al menos seamos dignos de dormir bajo el dintel de las puertas de la nueva Jerusalén: cerca de nuestro señor Jesucristo tu hijo único y salvador nuestro, María su Madre Celestial, Ángeles y Apóstoles, Elegidos y Mártires, Profetas y Redimidos[1] y todos los Santos de tu gloria; y cerca de ti, ¡oh! Jehová nuestro Padre y Dios Verdadero ¡Qué me baste saber a mí, oh Dios mío, que te tengo cerca! Así sea.



Les hablo a vosotros hermanos que hemos estado tanto tiempo a la sombra de Dios, que nos hemos alejado de su luz creyendo hallar en el mundo de las pasiones humanas, el furor de la vida a través de la lujuria y otros vicios. Recordad hermanos, que Dios nos dio el libre y albedrio tan sólo para escoger a quien debemos de seguir en el mundo. Y Dios nos dijo: “Diríjanse a MÍ y sean salvos, todos ustedes [que están en los] cabos de la tierra; porque yo soy Dios, y no hay ningún otro.”(Isaías 45, 22). Y en (Isaías 46, 1,2 y 4) nos dice y nos advierte, pero también nos suministra auxilio espiritual: “Bell se ha doblado, Nebo está agachado; sus ídolos han venido a ser para las bestias salvajes y para los animales domésticos, sus cargas piezas de equipaje, una carga para los animales cansados. Tienen que agacharse; cada uno tiene que doblarse por igual; simplemente no pueden suministrar escape para la carga, sino que su propia alma tiene que ir al cautiverio.”Sin embargo, más adelante prescribe Jehová: “Yo mismo ciertamente actuaré, para que yo mismo pueda llevar y para que yo mismo pueda soportar y suministrar escape.”. Hermanos en la sombra, no seamos más bestias de carga... El mundo es una penumbra entre la luz de Dios en cabeza de su hijo Jesucristo nuestro señor y salvador y entre la sombra... el principado inicuo del acusador Satanás. Todo ocurre en cumplimiento de la Sagrada Ley Moral en la Tierra, división perfecta entre el bien y mal, principio de apostasía, redención y parusía... En otras palabras hermanos, huyamos del pecado y encomendémonos a Dios, oremos y sigamos fielmente a Jesucristo, con nuestra cruz a cuestas.



En su libro “Narraciones de un exorcista” Gabriele Amorth afirma que “A la luz de la centralidad de Cristo se ve el plan de Dios que creó buenas todas las cosas por Él y para Él. Y se ve la obra de Satanás, el enemigo, el tentador, el acusador, por cuya sugestión entró en la creación, el mal, el dolor, el pecado, la muerte. Y se manifiesta la restauración del plan divino realizada por Cristo con su sangre”.



En Efesios 6, 12, Pablo en su leal saber y entender describe indefectiblemente al enemigo común al cual debemos hacer frente: “Porque tenemos una pelea, no contra sangre y carne, sino contra los gobiernos, contra las autoridades, contra los gobernantes mundiales de esta oscuridad, contra las fuerzas espirituales inicuas en los lugares celestiales”. Recordemos hermanos que nuestros cuerpos son el templo de Dios tal como Jesucristo nos lo enseñó en Juan 2, 19-21: “...Demuelan este templo y en tres días lo levantaré... mas Él hablaba del templo de su cuerpo”. De allí que nuestra obligación sea cuidar el templo de Dios... apartarnos del inicuo, proteger los lugares santos: huir de la perdición del alcohol, del cigarrillo, de las drogas, del dinero fácil, de los casinos y prostíbulos, en fin, de todos aquellos antros en los cuales habita el diablo y en los cuales nos tienta para perdición nuestra. Pero también de los excesos de todo tipo: como es posible ceder a las tentaciones del dinero y la opulencia y de tanto trabajar y producir riquezas, olvidarnos de que Dios existe. Olvidarnos de Dios es olvidarnos de nosotros mismos, hermanos. Y vivir sin su luz es existir en una oscuridad de muerte.



Jamás podré olvidar el infierno en vida que soporté cuando creí que la riqueza lo era todo, que el supuesto prestigio debería ser una meta, que la economía un fin, que la política una realidad irrevocable, que el estado suplantaba a Dios y que nuestra existencia era sólo nuestra y que dependía de un código sustancial... a pasos agigantados el: 666 de la bestia. “Aquí es donde entra la sabiduría: el que tenga inteligencia, calcule el número de la bestia salvaje, porque es número de hombre; y su número es seiscientos sesenta y seis.”(Revelación 13, 18). Entonces yo padecí las vejaciones del diablo por apartarme de Dios. Y todo fue sufrimiento y soledad. Fui atacado por posesos de Satanás y destruyeron mi lugar de trabajo. Y hubo una gran explosión y otros posesos me abandonaron a mi suerte. Y viví el infierno de la gran ramera del apocalipsis “y sobre su frente estaba escrito un nombre, un misterio: Babilonia la grande, la madre de las rameras y de las cosas repugnantes de la tierra. Y vi que la mujer estaba borracha con la sangre de los santos y con la sangre de los testigos de Jesús.” (Revelación 17, 5 y 6). Pues yo padecí las vejaciones del diablo por apartarme de Dios y por embriagarme y acostarme con aquella prostituta del diablo. Y los elementos se fueron contra mí y otros posesos de Belcebú me persiguieron y me acusaron y todo fue un plañir y un crujir de dientes.



Y sin embargo, yo seguí en la oscuridad y me embriagaba y me acostaba con prostitutas; pero en medio de mi vomito yo rogaba a Dios que me sacara de mi propia repugnancia. Entonces Jehová permitió que Satanás me obsesionara hasta el cansancio: y de pronto una oscuridad se apoderó de mí, un vacío existencial se abrió a mis pies como un abismo de fuego y sentí miedo de morir... viví en carne propia la segunda muerte: “pero en cuanto a los cobardes y los que no tienen fe y los que son repugnantes en su suciedad y asesinos y fornicadores y los que practican espiritismo e idolatras y todos los mentirosos, su porción será el lago que arde con fuego y azufre. Esto significa la muerte segunda.” (Revelación 21, 8) ¡Ah pobre de nosotros: entidades psicofísicas en un ambiente de perdición! A veces creemos que con la muerte de nuestros cuerpos todo nuestro dolor finaliza y que con el suicidio termina todo; pero no hermanos míos... la muerte primera es una caricia en comparación con la segunda. La agonía de la primera por ser del tiempo es del tiempo, la otra por ser del alma es infinita. Y que decir del terror ¡Ay Dios mío, líbranos del terror! La soledad del ínfimo ser humano sin Dios es peor que la muerte física, es un estado de inconsciencia a perpetuidad extrema, un abismo sin fin en donde el alma muere de hambre y sed de espíritu... un colapso en nuestra propia entraña emocional, un total remordimiento de nuestras culpas. En los acontecimientos de un ritual exorcista, el Padre Cándido con un ejemplo interrogó al demonio sobre cómo era el infierno. El maligno a través del poseso le contestó al sacerdote: “...Allí cada uno vive replegado en sí mismo y desgarrado por sus remordimientos. No existe ninguna relación con nadie; cada cual se encuentra en la soledad más absoluta, llorando desesperadamente el mal que ha hecho. Es como un cementerio”.[2]



¡Oh Señor Jesús! Maestro y salvador nuestro, líbranos de la podredumbre y oscura tumba de Satanás, libéranos del mal, rescátanos del abismo. Muéstranos el camino a Dios, danos de tu vino y pan de espíritu para que nuestras almas no desfallezcan y sigan tu luz de vida por siempre y para siempre. Amen.



Hermanos en la oscuridad, el demonio busca apartarnos de Dios, no seamos más sus juguetes, por favor no seamos más su alimento, no agrandemos con nuestras almas el infierno. Busquemos a Dios, a Jesucristo su Hijo, a María Santísima auxiliadora. Pidamos al Espíritu Santo que nos de el don de fortaleza para aguantar las tentaciones y el de temor a Dios para ser dignos de Él. Tengamos fe en la Sagrada Palabra: “...Jesús clamó y dijo: El que pone fe en mí, no pone fe en mí [solamente], sino [también] en el que me envió; y el que me contempla, contempla [también] al que me envió. Yo he venido como luz al mundo, para que todo el que pone fe en mí no permanezca en la oscuridad.” (Juan 12, 44-46).



Hermanos en la oscuridad de este mundo, busquemos la luz, seamos seres de luz. Y digamos con Santa Teresa de Jesús: “No entiendo el miedo de quien grita: ¡Demonio! ¡Demonio!; cuando podría gritar: ¡Dios! ¡Dios! Y llenar de espanto el infierno”.

Félix M. de Óç.



[1] Ver Revelación 7, 9 - 10.
[2] Narraciones de un exorcista. Gabriele Amorth. Editorial San Pablo.
Imagen descargada de internet

jueves, 19 de agosto de 2010

SOBRE LA IRA DE DIOS



SOBRE LA IRA DE DIOS


Hermanas y hermanos en Cristo, es muy frecuente hallar en el Antiguo Testamento referencias a la ira de Dios, como por ejemplo: el establecimiento de la muerte por el pecado original, el diluvio universal, la destrucción de Sodoma y Gomorra, la muerte de Onán etc. Y muchas veces nos hemos preguntado ¿por qué tanta violencia de parte de nuestro Dios si acaso Él mismo cuantas veces nos ha dicho que es bondadoso? E inclusive, tal cuestionamiento en más de una ocasión ha puesto a prueba nuestra fe. Pues bien mis queridos hermanos, la misión de este humilde ensayo es tratar de vislumbrar desde la óptica de un pobre ser humano, el porqué de la ira de nuestro Padre. Ruego al Espíritu Santo ser mi guía en este osado intento. Bendito sea Dios por permitirnos a hombres y mujeres poder escudriñar sus escrituras.


Para tal fin, he recurrido a una interpretación de carácter axiológica, doxástica y epistemológica como complemento, pero siempre a la luz de la Sagrada Palabra. Empecemos por la cuestión axiológica. En su libro en “Defensa de Dios” el presbítero Timothy Keller cita a la doctora Becky Pippert que al referirse sobre la ira dice: “...la rabia no es lo contrario al amor. Es el odio, y la forma suprema del odio es la indiferencia”. De allí que si observamos de manera objetiva el rigor de nuestro Padre Celestial, observamos más bien un acto de rabia por preocupación que de odio por nuestra conducta. En otras palabras, nos castiga porque nos ama. Por ejemplo: En Isaías 24, 1 y 5: Dios irrumpe en cólera a causa de la mala voluntad de su creación: “¡Mira! Jehová, está vaciando la tierra y dejándola asolada y ha torcido la faz de ella y ha esparcido sus habitantes”. ¿Mas por qué esta reacción?“ [Porque] ...La mismísima tierra ha sido contaminada bajo sus habitantes, porque han pasado por alto las leyes, han cambiado la disposición reglamentaria, han quebrantado el pacto indefinidamente duradero”. Y sin embargo, en Isaías 25, 8, se escribe: “Él realmente se tragará a la muerte para siempre, y el señor Jehová ciertamente limpiará las lágrimas de todo rostro...”. Porque como un buen padre nos ama y nos corrige; pues su verdadera intención es nuestro bienestar y no sólo el castigo, pues el castigo simplemente es un medio para enderezar nuestros caminos que finalmente nos conducirán a Él: “Porque el día de mi venganza está en mi corazón, y el mismísimo año de mis recomprados ha venido”. “...Durante [el tiempo de] toda la angustia de ellos le fue angustioso a Él. Y su propio mensajero personal los salvó. En su amor y en su compasión Él mismo los recompró, y procedió a alzarlos y llevarlos todos los días de mucho tiempo atrás” (Isaías 63; 4 y 9).


Y es que el Padre nos ama, tanto así que a través de los hombres de ciencia nos advierte. He ahí, que nuestro deber sea escuchar. Verbigracia los científicos predicen que el calentamiento global debido al incremento de smog en la atmosfera, traerá consigo terribles consecuencias para la humanidad, definitivamente un auto-castigo: “el calentamiento global ha ocasionado un aumento en la temperatura promedio de la superficie de la tierra. A causa de la fusión de porciones del hielo polar, el nivel del mar sufrió un alza de 4-8 pulgadas durante el pasado siglo y se estima que habrá de continuar aumentando... la magnitud y frecuencia de las lluvias también ha aumentado debido a un incremento en la evaporación de los cuerpos de agua superficiales ocasionado por el aumento de la temperatura”. Los científicos estiman: “que este incremento en la evaporación de agua resultará en un aumento en la intensidad y frecuencia de los huracanes y tormentas. También será la causa de que la humedad del suelo se reduzca debido al alto índice de evaporación, y que el nivel del mar aumente...”[1]. ¿Será qué nuestra indebida conducta estará gestando un nuevo diluvio universal? Afortunadamente en el Génesis 9, 11: Dios se compromete con Noé de nunca más exterminar la vida en la tierra al furor de un diluvio: “Sí, de veras que establezco mi pacto con ustedes: nunca más será cortada [de la vida] toda carne por aguas de un diluvio, y nunca más ocurrirá un diluvio para arruinar la tierra”. Con seguridad Dios no exterminará de nuevo la vida en la tierra. Pero si nuestra conducta continúa por el camino del abuso y el atropello, no esperemos caricias y abrazos de parte de Él, sino justicia divina que implica mucho sufrimiento y dolor. Correctivo que ninguno de nosotros desea, pero que ha veces los hijos necesitan para ser mejores. Esperemos siempre el amor de Dios nunca su indiferencia.


Por otra parte, desde mi punto de vista doxástico la ira de Dios implica la sombra de sí mismo creada por Él como mecanismo místico para efectuar el culmen de su Gran Obra. De allí, que Jehová recurra a la muerte, al Hades in-existencial (el Nihil-Absolutum) el diablo como auxiliador o acicate evolutivo de su creación. “Y procedió Dios a decir: llegue a haber luz. Entonces llegó haber luz. Después de eso vio Dios que la luz era buena, y efectuó Dios una división entre la luz y la oscuridad”. (Génesis 1, 3 y 4). En contraposición primigenia a este misterio de oscuridad, Dios había creado la luz o sea, la Vida Eterna en recompensa para su creación. No obstante, a la promesa de vida, el hombre antepone el pecado original que implica comer del fruto prohibido (“ante esto, la serpiente le dijo a la mujer: positivamente no morirán. Porque Dios sabe que en el mismo día que coman de él tendrán que abrírseles los ojos y tendrán que ser como Dios, conociendo lo bueno y lo malo” )[2], o sea, hacerse al conocimiento del bien y del mal. Otrora el hombre animal libre de la muerte y por lo tanto libre del pecado, ahora se enfrenta al surgir de su conciencia, que trae consigo misma el sufrimiento del ser ante la nada: es el nacimiento de la existencia psicofísica. Por vez primera el hombre confronta cara a cara la muerte. A partir de este momento el hombre y la mujer se enteran de que existen y de que están obrando mal... ha nacido el pecado, pues a partir de este momento la humanidad tiene ojos para ver. Al respecto dijo Jesús en Juan 9, 39: “...Si fueran ciegos, no tendrían pecado. Pero ahora ustedes dicen: vemos. Su pecado permanece”. No obstante, el libre albedrío de la conciencia que implica el conocimiento moral, y por lo tanto el pecado y en consecuencia el castigo. Jehová también nos tiene predestinado un camino que no podemos evadir debido a la Gracia de Dios; y es que a través del cambio de las formas hile-cinéticas (materia en movimiento) es que la evolución ha sido posible en el universo en un ciclo dialéctico de vida y muerte, de ser, para dejar de ser, de transformación[3]. En Isaías 10, 3: el asirio es el demonio que causa el castigo, la ira de Dios a través del él: “¡Aja, el asirio, la vara para mi cólera, y el palo que está en la mano de ellos para mi denunciación!”. Figura que además se puede entender como aquella ley impersonal de predestinación: “aunque él no sea así, se sentirá inclinado; aunque su corazón no sea así, él tramará, porque el aniquilar está en su corazón, y el cortar naciones no pocas”. Según los principios de la termodinámica, la segunda ley de la misma implica que todo sistema termodinámico tiende al caos, en otras palabras a retornar a su origen: “Con el sudor de tu rostro comerás pan hasta que vuelvas al suelo, porque de él fuiste tomado. Por que polvo eres y a polvo volverás” (Génesis 3, 19). En consecuencia la muerte, que será el peor castigo para el hombre, en este mundo psicofísico le será de cualquier modo inevitable. Hasta el día en que el mismo Jesucristo resucite al justo en Espíritu, conciencia y carne, venza a la muerte y establezca el Reino de Dios en los cielos y la tierra: “Y tiene que suceder que cuando Jehová termine toda su obra en el monte Sion y en Jerusalén, me encargaré de la rendición de cuentas por el fruto de la insolencia del corazón del rey de Asiria y por el engreimiento de su altanería de ojos”. (Isaías 10, 12).


En conclusión mis hermanos, la ira de Dios por una parte nace de nuestras injusticias, de nuestra arrogancia, de nuestra desobediencia; pues Dios como padre que ama a sus hijos los corrige en derecho. Mas, no nos odia, pues siempre estará al pendiente nuestro. En tanto, que como resultado inevitable de su obra, el castigo será un mal necesario para el perfeccionamiento de la misma. ¿Qué Por qué? He ahí los misterios de Dios. “Formando luz y creando oscuridad, haciendo paz y creando calamidad, Yo Jehová, estoy haciendo todas estas cosas” (Isaías 45, 7).

Félix M. de Óç.


[1] D.R.A. 2001 Lillian Bird y José Molineli.
[2] Génesis 3; 4,5
[3] Evolución material, biológica y cultural.
Imagen tomada de internet.

MÁS ALLÁ DEL OLVIDO



MÁS ALLÁ DEL OLVIDO...
“Palabras de un agnóstico que se convirtió al cristianismo”



INTRODUCCIÓN


“... ¿Quién, pues, podrá ser salvo? Él les dijo: lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios” (Lucas 18; 26, 27).
Amigas y amigos míos, la dimensión ética del hombre implica la construcción de la personalidad jurídica de cada uno de nosotros. Comportarnos éticamente es hacernos sujetos de derechos y obligaciones a la par de lo que establezca en sí, cual norma jurídica, la Carta Política Colombiana. En otras palabras, es hacernos verdaderos ciudadanos a conciencia, pero a la luz de la ley en sentido amplio... incluyendo las buenas costumbres y la legislación natural. Por otra parte, la dimensión estética del ser humano abarca el proceso de identidad; o sea la necesidad de ser nosotros mismos, de construirnos, de crearnos, de realizarnos en un mundo que de entrada nos niega la posibilidad de existir auténticamente. La creación estética del ser implica hacer uso de la libertad y la puesta en marcha del libre desarrollo de la personalidad. Sin embargo, ambas dimensiones se construyen dentro de la realidad Psicofísica del mundo de gran inestabilidad intrínseca, razón por la cual, dejan un enorme vació en el ser, que aunque logre estabilidad jurídica en lo ético y emocional en lo estético. No dan de ninguna manera sentido de vivir o de vida en el hombre; y lo peor todavía, es que pueden degenerarse y degenerarnos.


Entonces caemos en la depresión existencial y nuestro refugio en lo ético se puede convertir en una “ascesis mundana” que aún más nos esclaviza y derruye a la posibilidad de existir en la determinación automática de la mente. Nos volvemos “mártires” del trabajo, de la política, de la fugacidad del tiempo, de la producción de la riqueza así no sea para nosotros, de la moda o deformada “kalokagathia”[1] actual, entre otras muchas situaciones. Entonces lo ético se trastoca en anti-ético y aparecen fenómenos en nuestra sociedad que hacen implacable e inviable nuestro mundo. Realidad de aquello es el paramilitarismo, las multinacionales, el narcotráfico, las narco-guerrillas, la corrupción política, el terrorismo; así como la bulimia y la anorexia en las mujeres y el uso y abuso de esteroides en los hombres; y con mucha frecuencia enfermedades nerviosas por exceso de trabajo, tal como el herpes de la varicela desatado por el estrés.


Pero no solamente es la dimensión ética la que se corrompe. Pues la dimensión estética no se escapa a la entropía de nuestro mundo psicofísico y la búsqueda de identidad puede degenerar en un hedonismo positivo que nos esclavice en el placer, y que fácilmente nos pueda llevar al alcoholismo y a la drogadicción, al lenocinio de nuestros cuerpos y por qué no, finalmente al suicidio.


Amigas y amigos míos, yo como ser humano que soy de alguna manera experimenté ambas situaciones, tanto en lo positivo como en lo negativo de las mismas. Y doy como testimonio que aunque logré existir en lo bueno de lo ético y lo estético. Jamás encontré en ellas salvación, o sea: Vida. Pues el sentido de la vida sólo lo he hallado a través de la espiritualidad, en mi caso a través de Dios, de Jesucristo y el Espíritu Santo. Es por eso que empecé esta introducción citando a Lucas 18; 26,27, pues en aquellos versículos Cristo nos habla de la Gracia de Dios; o sea del amor de Dios hacia nosotros. Un regalo gratuito de salvación. ¿Pero salvación contra qué o contra quién se preguntaran muchos? Pues contra el maligno, obviamente; o sea, de la muerte en vida de simplemente existir en el mundo, de ser sujetos existenciales sin ton ni son, arrojados a un sistema de cosas absurdas, donde todo es relativo y caótico y el orden sucumbe a la segunda ley de la termodinámica. La espiritualidad por el contrario implica un orden absoluto y real, el rostro de Dios, la sabiduría de Dios, pues esto es la vida eterna, tener conocimiento de Él, Dios Padre todo poderoso. “Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo”. (Juan 17, 3). Por eso la espiritualidad es el verdadero camino de liberación, quien anda en ella verdaderamente se puede considerar libre, “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”(Juan 8, 32), incluso en la tierra de opresión en la cual caminamos diariamente; no en vano Jesucristo oró por nosotros en la circunstancia de existir, no obstante, en la búsqueda de Dios por nosotros: “Yo te solicito que no los saques del mundo, sino que los vigiles a causa del inicuo... Santifícalos por medio de la verdad; tu palabra es la verdad”. (Juan 17, 15 y 18). De allí que la espiritualidad nos libera y nos reconforta, nos auxilia en momentos de crisis; y lo mejor, es que nos explica a través de la fe, el porqué de nuestras existencias, o sea, sentimos en Dios una razón teleológica de vivir. ¡Por Dios y sólo por Él en realidad experimentamos la vida! y vamos más allá de la simple y llana existencia.


En conclusión, amigas y amigos, la dimensión ética y estética no bastan para realizarnos plenamente como seres integrales. Es menester la espiritualidad, creer en Dios, en un ser superior que guíe nuestras vidas a la trascendencia, a una finalidad ecuménica de evolución psicofísica y espiritual. Pues la creación aún está en proceso y dijo el maestro Jesús: “...Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y terminar su obra” (Juan 4, 34). Mas para bien finiquitar en ello, no debemos olvidar y cumplir a cabalidad su mandamiento de amor: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado...” En Juan 13, 34, esto nos habló el Cristo.


Félix M. de Óç.

[1] El término Kalokagathia designa el ideal de virtud de la aristocracia griega. Según Aristóteles, “se dice kalokagathia de lo que es perfectamente bueno y bello...” (Atlas Universal de Filosofía OCEANO). Sin embargo, el término lo he usado de manera satírica para referirme al uso y abuso tanto en hombres como mujeres de drogas para mantener una figura hermosa según los criterios de belleza actuales.
Imagen bajada de internet.

viernes, 13 de agosto de 2010

NEGENTROPíA PERFECTA IGUAL VIDA ETERNA


Hermanos de ARKHER
Dios nos bendiga a todos


Como saben mis queridos amigos, la entropía es energía de destrucción, segundo principio de la termodinámica que implica la reducción de todo sistema ordenado al caos, incremento de desorden en el universo y cuyo fundamento metafísico es el nihil-absolutum u oscuridad en la creación como en el Génesis 1,4 se interpreta: “Después de eso vio Dios que la luz era buena, y efectuó Dios una división entre la luz y la oscuridad”. No obstante, como contraposición a la sombra de la creación, Dios en un principio elaboró la luz o negentropía perfecta como futura culmen de su creación, pues Dios sigue trabajando en ella como el maestro Jesús mismo lo confirma en Juan 5, 17: “...Mi Padre ha seguido trabajando hasta ahora, y yo sigo trabajando”. E igualmente, Salomón en Eclesiastés 3, 15: “...y el mismo Dios (verdadero) continúa buscando aquello tras lo cual se sigue”. Dicho trabajo se forja en la penumbra de los hombres, en nuestro universo hile-cinético y físico que se está gestando bajo el sol.


Ahora bien, entre tanto la negentropía perfecta (Vida Eterna) fluya de Jesucristo en el día del Señor hacia nosotros sus hijos (“Y en aquel día seguramente dirás: “te daré gracias, oh Dios, porque (aunque) te enojaste conmigo, tu cólera gradualmente se volvió atrás y procediste a consolarme”. Isaías 12, 1). Nosotros estamos en la obligación de hacer el bien y cumplir con el mandamiento de Jesucristo de amarnos unos a otros como a nosotros mismos. El amor humano se convierte en una especie de negentropía no perfecta, pero si suficiente para menguar los efectos de la entropía secular, el mal, la muerte: los Estados en cualquiera de sus manifestaciones políticas y corruptas, la guerra, el terrorismo, la violencia, la economía salvaje y destructiva de los imperios del mundo, el hambre, la miseria, las enfermedades, el aborto, la eutanasia todo instrumento que atente contra la vida y la paz de la humanidad. Jesucristo en Juan 15; 17,19 lo explica en esta forma: “Estas cosas les mando: que se amen unos a otros. Si el mundo los odia, saben que me ha odiado a mí antes que los odiara a ustedes. Si ustedes fueran parte del mundo, el mundo le tendría afecto a lo que es suyo. Ahora bien, porque ustedes no son parte del mundo, sino que yo los he escogido del mundo, a causa de esto el mundo los odia”. Por eso hermanos debemos seguir firmes en Jesucristo. Orar por la humanidad, hacer el bien, pedir perdón por nuestros pecados y sentirnos ya de una vez como partes de la Luz del Padre, del Espíritu Santo, entregarnos a Cristo. Pues recordemos que el mundo secular es un mundo de muerte; mas el Paracleto nuestra salvación y al simple hombre mortal no le queda otra esperanza... “En aquel día ustedes conocerán que yo estoy en unión con mi padre y ustedes están en unión conmigo y yo estoy en unión con ustedes. El que tiene mis mandamientos y los observa, ése es el que me ama. A su vez, el que me ama será amado por mi padre, y yo le ameré y me mostraré a él claramente”. (Juan, 14; 20,21)


Dios nos guarde del mal
Félix M. de Óç.

miércoles, 11 de agosto de 2010

MI RECONVERSIÓN A JESUCRISTO




LA CONVERSIÓN










Hermano Ómar
Lealtad y coraje

Dejadme contarte hermano mío, que a Dios gracias, mi identidad física por fin se perfeccionó en la energía psíquica (Hile-noética) de la Hile-cinética pura. Las llamas de la pasión y el hedonismo sirvieron de fragua a Félix M. de Óç en la Oscedi de su creación estética ¡Enhorabuena! soy la obra maestra de mis pulsiones primarias y corporales. A través de la espiritualización de los instintos he amado la vida secular y bohemia, me he hecho felicidad de carne, cebos y hueso ¡He sido feliz porque he amado la vida!



No obstante, hermano mío, los ejercicios espirituosos en compañía de Venus-Afrodita y Dionisio-Baco, que tanto bien hicieron en la construcción de mi pobre y vana identidad. Mi cuerpo estaba lleno de lujuria y mi mente esparcida en el alcohol. Era un pobre diablo en la oscuridad de su abismo Psicológico y por consiguiente, un miedo terrible circunscribió mi mente solitaria. Por vez primera fui consciente de mi pobre ser ante la nada. El Nihil-Absolutum me tragaba, la muerte se hacia de mi pobre ser. Era la angustia existencial, el grito al que tanto se teme.



Entonces comprendí porque Dios me habló aquella noche en sueños: “Yo caminaba en medio de unas infinitas tumbas que se alzaban hasta el cielo. Había nombres inscritos en ellas, ilegibles como la nada. Todo era soledad, y yo estaba solo en medio de ellas. No obstante, había sobre aquellas un cielo azul como una cúpula de iglesia y era infinito e irradiaba una paz sin igual y era la paz de Dios, de la vida eterna, de Jesucristo. Aquella paz me daba fuerza de estar rodeado de tanta podredumbre. Pues sólo eso hay en las tumbas, podredumbre, restos, mortecina. Entonces continué mi camino hasta llegar a la puerta de una pequeña alcoba. La habitación estaba desolada, salvo un roído escritorio, un cuaderno, una silla y un espejo. Me miré en el espejo y vi mi rostro descarnado. Entonces clame a Dios de cómo podía vivir así sin rostro y lloré y le suplique para que me matara, pues sólo en la muerte hallaba paz. Entonces Él me habló y me dijo: “Tu tiempo de morir aún no es tu tiempo. Tienes todavía una misión. Pero si quieres morir ya lo estás haciendo. Se te dará un hijo que te dará la fortaleza; mas la paz que buscas solamente te la daré Yo a través de mi hijo Jesucristo” . Entonces comprendí que aquella alcoba era mi tumba, que aquel dolor de no tener rostro, era la muerte de mi identidad física, pues ninguna tumba tenía nombre y el Nihil-Absolutum no reconoce a nadie. Que soy un ser para la muerte, pero que salvar mi vida sería mi última misión. Que mi identidad trascendente (mi Alma) sólo me la daría Dios a través de Jesucristo y el Espíritu Santo. Que debo sentarme a escribir para dar testimonio de la vida eterna a través de la palabra y que debo esperar un hijo que me de la fortaleza que Dios me prometió”.



Así fue mi hermano Ómar, que entendí que gracias al hedonismo positivo mi amor por la vida se hizo fuerte. Recordad que en algún tiempo llegué a creer que la nada era un alivio existencial, un paliativo al desconcierto de la absurda existencia del ser. Sin embargo, hermano mío, ahora comprendo que más allá de una identidad física y mortal como la de Félix M. de Óç., que ha vivido a plenitud la dimensión estética del hombre. Hay una substancia trascendente que reclama de nosotros nuestras almas. Pues, solamente llenos del Espíritu Santo es que podemos darle sentido al mundo, razón teleológica del universo.



En antes para mí existencia equivalía a vida. Hoy me doy cuenta que no, hermano mío, pues la existencia aun cuando infinita es inconsciente y la mente aun cuando consciente es energía, de hecho esta sometida al caos y a la entropía. El cuerpo y la mente del hombre son formas finitas de energía discontinua y susceptible de cambio. La mente que es como lo más elevado, es energía psíquica, no deja de ser materia en movimiento, substancia inmanente, penumbra en la creación de Dios, penumbra que implica la muerte. En tanto que el espíritu de vida es su luz, promesa, entrega de Amor por la creación.



Por eso nuestro deber es amar a Dios para que el nos ame y nos de vida eterna, esta es nuestra salvación. Nuestro cuerpo y nuestra mente son hermosos, pero están destinados a morir; no obstante, si queremos salvarlos debemos crear Alma Inmortal en el Espíritu Santo ¿Cómo? Amando a Jesucristo, creyendo en Él y en su promesa de resurrección. Recordemos que Alma Inmortal, cuerpo y mente serán una unidad perfecta con Dios en Dios, Jesucristo y el Espíritu Santo.



Supervivencia y lúdica
Félix M. de Óç.