martes, 30 de mayo de 2017

LA BIBLIOTECA

LA BIBLIOTECA

EFECTOS PSICOLÓGICOS DE LA VISITA A LA BIBLIOTECA INFANTIL DEL BANCO DE LA REPÚBLICA.


Al sentirme rodeado de tantos libros, una imagen del pasado cual cometa undívago, retornó a mi mente. Era un sueño repetitivo, como figuras reflejadas en espejos paralelos. Un instante fugaz congelado en la memoria, que de repente cobró vida como un “lithobates sylvaticus” o rana del bosque, que sobrevive a bajísimas temperaturas, para descongelarse luego, en un ambiente más propicio. Así el drama onírico surgió del hielo en medio de tantos libros... como la rana... y seguidamente del humo de incienso.

Todo sucedió en la habitación de mi abuelo. Yo contaba con seis años de edad, cuando abrí aquella puerta secreta, en la pared color esmeralda en diagonal a la cama doble y la repisa, en que se hallaban el radio de tubos y las cajas de mentol, adjunta a los diferentes cuadros de santos de mi abuela. Más allá de la puerta había una escalera de madera en forma de caracol, que se extendía hacia la entrada de una biblioteca oculta.

Había en ella miles de tomos que reposaban en anaqueles verdes profusos de telarañas y polvo. Era un cúmulo de conocimientos olvidados, abandonados quien sabe por qué y cómo, sin embargo, estaban allí... Pues Cronos había detenido su marcha poco antes del fin de aquella majestuosa obra... la tenía como baluarte, como recuerdo de algo que debía de acontecer en otra época y era menester suyo conservarla. En ese momento yo no entendía nada pero así eran las cosas... que podía hacer yo.

Sin embargo, con el instante oportuno llegó la ocasión de preguntarme que significa este sueño. ¿Por qué Cronos siendo tan destructor como ha sido, ha servido de guardián implacable a esta biblioteca perdida en el limbo de un muro? ¿Por qué aquella siempre ha estado oculta en la habitación de mi abuelo y por qué ha predominado en sus estantes el color verde, las telarañas y el polvo? ¿Qué significa todo esto?

De algo ha de servirme esta cita, seguramente para responder a mis inquietudes... he debido pensar desde siempre.

Aunque ustedes no me crean fue algo asombroso, tanto así que la visita a la biblioteca infantil revivió mi sueño repetitivo de infancia y adolescencia, que a mi edad madura ya había olvidado para entonces. Eso pensaba, no obstante, está vez el sueño afloró con más vehemencia que antes; pues era cuestión de preguntarle a Apolo por aquellas cosas pasadas y que relación tenían conmigo hoy a mis treinta y siete años de edad.

El ciego Tiresias, antes de partir a su división sexual, tras separar las serpientes y dar sentencia sobre el placer orgásmico a los esposos olímpicos, sirvió de mediador entre Apolo y el suscrito Félix M. de Óç., para saber sobre el ensueño de la mencionada biblioteca. El futuro andrógino, propuso el encuentro al pie del monte Parnaso, en Delfos, más concretamente en el oráculo de Delfos.  Era el momento de asistir en sueños a la otra cara de la realidad en la tierra... al divino lugar de la fantasía ecléctica.

La pitonisa inició el ceremonial después de haber sido pagada la ofrenda y las correspondientes tasas pre-certamen adivinatorio. A continuación el incienso se desplegaba en volutas de humo por todo el recinto. “Qué deseas preguntar”, me dijo la sibila sentada en un trípode en el fondo del lugar. Toda ella se hallaba en un estado de trance psíquico, hipnótico; mientras yo absorto trataba de comprender la extraña parafernalia del rito. Casi molesta la adivina me volvió a cuestionar sobre el asunto. 

Deseo saber lo que quiero saber, le dije. Adivina tú que eres la intermediaria entre el oráculo y este pobre mortal que no entiende nada de nada. En ese preciso instante apareció Apolo, dorado como el sol. Lo miré en los ojos de la pitonisa, que aun cuando estaban cerrados eran más amplios que dos estadios.

“El verde es el color de la fecundidad -Habló el interpelado de Delfos- de la abundancia, la imaginación creadora y la integración del ser interior con el externo; así como de la vida y la naturaleza al igual que el plumaje sagrado de Quetzalcóatl, la serpiente emplumada de las Américas. En tanto que el conocimiento es absoluto derivado del logos creador, que subyace en la ascendencia y descendencia de la humanidad y de los dioses que en algún punto del espacio-tiempo tarde o temprano se tienen que unir antes del séptimo día, entre las manos de Urano. Mientras que el tiempo no sólo es Entropía sino Sintropía perfecta como la resurrección del ungido de Dios, del salvador de tu raza que ha vencido a la muerte y le ha pisado las sienes al diablo. Ha devastado el Hades, secado a Poseidón y desenmascarado a Zeus. ¡Oh inevitable lucha entre el bien y el mal! Entiendes ahora lo que debes entender, impaciente mortal que has accedido aleatoriamente al conocimiento de un sueño descrito por Morfeo y tal vez mal interpretado por Mercurio. ¿Entiendes?”

En ese momento debieron ser las tres de la tarde, cuando se esfumó del todo la ensoñación propugnada por Tiresias. ¿Qué he logrado comprender de toda esta magnifica experiencia metafísica, sin ayahuasca ni alcohol, de vastísimos ejercicios espirituosos? Me pregunté en mis adentros. Tal vez, nada o tal vez, todo, no lo sé. Sólo sé que aquella biblioteca aún sigue allí, en medio de la pared, en la habitación de mi abuelo, en el Edén del cielo, porque  en este plano ya no existe; sin embargo debe estar repleta de largos anaqueles verdes llenos de hermosos libros pletóricos de telarañas, polvo y poesía, cantando gestas y contando historias, guardando secretos místicos para ser develados algún día... a quien se interese por su existencia.

“¡Son las seis!” Exclamo Diana. Pero no la cazadora, sino mi compañera de clase que  me hacía ver que eran horas de irnos, que ya había sido suficiente  imaginación por hoy,  y que aunque lo fantástico no termina nunca... el vigilante ya estaba cerrando las puertas de la biblioteca.  


Félix M. de Óç.

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