sábado, 18 de diciembre de 2010

TRANSFIGURACIÓN



TRANSFIGURACIÓN






“Pero les digo verdaderamente: hay algunos de los que están en pie aquí que de ningún modo gustarán la muerte hasta que primero vean el reino de Dios. En efecto, unos ocho días después de estas palabras, tomó consigo a Pedro a y Juan y a Santiago y subió a la montaña a orar. Y mientras oraba la apariencia de su rostro se hizo diferente y su vestidura se volvió lustrosamente blanca. También, ¡mira! Dos varones conversaban con él, los cuales eran Moisés y Elías[1]”.


Hermanos en la luz de Dios:


Desde el enfoque de una matesis especulativa: el Ángel es igual al Hombre sobre la Bestia (Ángel = Hombre / Bestia) la Bestia equivalente al Hombre sobre el Ángel (Bestia = Hombre / Ángel) y el Hombre: al Ángel por la Bestia o a la Bestia por el Ángel (Hombre = Ángel * Bestia ó Bestia * Ángel).


De la oscuridad a la luz transita el ser viviente en medio de un Armagedón policromático, a través de una lucha interminable entre las fuerzas del bien y del mal... en procura de la evolución de la conciencia... de la conquista de la Divinidad Heredada, no sin antes como Hijo Prodigo, sumergirse en la profundidad acuosa del caos, del pánico existencial, de la cosificación del sujeto por el concepto, de los instintos primarios y la obnubilación de la mente por la fluidez endocrina del cuerpo; para luego emerger y retornar en un proceso dialéctico de progreso y conservación de la experiencia, cual Alma prístina o Ángel sempiterno a la blanquísima luz del Espíritu Santo de Dios... en la liberación absoluta de la vida eterna en un continuo progreso existencial.


La oscuridad de la nada como magma de fuego y azufre, alimenta la penumbra del desconcierto y lento fluir del devenir... que de un momento a otro se agita como un océano de carne; y luego, se evapora en espíritu... hasta alcanzar el sosiego del ser... de la conciencia liberada... del alma en reposo en el pleno esplendor del universo vivo... de Dios.


Ahora bien, “... El reino de Dios no viene de modo que sea llamativamente observable, ni dirán: ¡Miren acá! O, ¡Allá! Porque, ¡miren! El reino de Dios en medio de ustedes está[2]. Porque el Ángel habita el corazón del hombre santo y resplandece desde su interior como inspiración divina y transporta al hijo a las entrañas del Padre y le entrega su heredad correspondiente.


Sin embargo, Hermanos míos, en medio de mi más amarga desesperación, aquella noche oré al señor y reclamé de Él, consuelo y paz para mi alma... de repente... sentí un mareo y empecé a caer dentro de mi cuerpo y me halaron desde mi cabeza a una velocidad descomunal... sentí vértigo y miedo... era una fuerza impresionante que me llevaba por universos cuánticos al centro de la creación misma... y de pronto me detuve... y el vértigo cesó y estaba en frente de mí el León de Judá, inmenso, metálico, grandioso. Entonces lloré y dije: “¡oh! creatura viviente”. “Pero una de las personas de mayor edad me dice: deja de llorar. ¡Mira! El León que es de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el rollo y sus siete sellos[3]. Entonces comprendí que estaba ante el Cristo Sol Invicto que había vencido al reino oscuro de Satanás. ¡El nuevo orden del Cordero de Dios se ha establecido para siempre en el corazón de los hombres santos!




De verás que “no hay otra experiencia para nosotros que la que estamos teniendo. La experiencia del Espíritu de Cristo está en nuestra actual experiencia, y es aquí que hallaremos el Espíritu de Cristo y entraremos al abrazo del amado. El hecho del asunto es este: no nos falta nada, porque somos parte de la unidad sagrada que es Dios, y toda sensación de carencia es una ilusión en la mente[4].


“Entonces Jesús dijo: muchos están en la puerta, pero son los solitarios y escogidos los que entrarán a la cámara nupcial[5]. Félix M. de Óç. [1] Lucas 9, 27-30. [2] Lucas 17, 20-21. [3] Revelación 5, 5. [4] Los Evangelios Gnósticos de Santo Tomás. Tau Malachi. Círculo de Lectores. [5] Ibídem.

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