sábado, 22 de enero de 2011

ROSITA TEJIENDO SUEÑOS



ROSITA TEJIENDO SUEÑOS

¡Ya nació la caucanita!
Tal vez pensó mi abuelo abriendo la puerta de la alcoba.
Eran las nueve,
pero aún el susurro de la brisa mañanera,
como polvillo cósmico,
invadía cada recodo de un pueblo azul,
pequeño,
de casas amplias con pisos contrastados de baldosas verdes
y amarillas,
paredes de adobe calsecas…
puertas
y ventanas de madera.
Y una población trabajadora en víspera del día del campesino.
Era Timbio en un cuatro de junio,
de mil novecientos cuarenta
y nueve.

La pequeña Rosalbita,
la última de diez hermanos,
había nacido fruto de la unión de don Salomón Palacios
y su señora esposa:
Ana Julia Ordóñez de Palacios.
Ambos nariñenses,
Inmigrantes de la patria chica con difícil situación económica,
que se habían apostado en Timbio Cauca con el deseo vehemente de luchar,
de progresar
y por qué no,
de reivindicar el estatus económico de otros tiempos…

Pero pronto,
la otrora acaudalada familia se instaló en Popayán.
Aquí Rosita,
como los vecinos le decían de cariño,
desde el viejo mostrador verde de una humilde tienda llamada caucanita,
desde una casa esquinera,
que por poco se lleva el Instituto de Crédito Territorial,
aprendió el bellísimo arte de tejer.
Entrelazó hilos con precisión
y mágica armonía,
construyó cadenas,
palos,
redondetes,
formas artesanales de hermosos colores,
y suave sensación táctil.
Tejió carpetas,
vestidos,
sobrecamas
morrales.
Se ganó la vida con el arte de Ariadna
y como ella,
también tejió una historia de amor.

Mas esta vez el héroe se llamaba Luis Muriel.
El laberinto:
las carreteras destapadas de Colombia
y el Mino-Tauro,
la vida licenciosa de un hombre,
aventurero,
enamorado,
vacilador.
El hilo de Rosa rescató a Luis Muriel de Asterión
y el laberinto.
Se casaron en la iglesia de Fátima un ocho de diciembre de mil novecientos setenta
y uno.

De la nueva familia nacimos cinco hermanos.
Y según parece,
hemos sido el mejor regalo para nuestra señora madre.
Pues para doña Rosita,
la familia representa la máxima expresión de felicidad en la vida.
Es más,
¡la vida misma hecha felicidad!
Por eso,
la muerte de sus padres,
sus siete hermanos,
su esposo
y uno de sus hijos,
le han dado a probar por vez primera…
el sabor amargo de la tristeza a cuenta gotas;
no obstante,
nuestra madre ha sabido superar el llanto con una sonrisa,
una bendición,
una postura de fe que mi filosofía aún no entiende,
y que sin embargo ha bastado para superar la crisis.

Hoy en día mi madre todavía sigue tejiendo,
tejiendo sueños…
y la poesía se hace carpeta en sus blancas manos…

Félix M. de Óç.

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