jueves, 20 de enero de 2011

A YAYITO



A YAYITO

El cielo para igualar tu grandeza necesitó irremediablemente de ti...

Hola Yayito:
Han Pasado casi veinte años…
Pero en esta tarde de hoy,
mi pequeño hermano,
he oído nuevamente tu risa alocada…
desbordarse desde tu dientecito solitario,
como una oleada de música dispuesta a decirme:
¡Cuán dichosa siempre ha estado tu alma!

Veo a Orosco asomar la cabeza por el canto de la cama.
Me produce un absurdo contento.
Sabía que eras feliz en lo perverso del mundo,
por eso te consentía con sus ridículos juegos.

Pero también tu llanto fue felicidad de pucheros,
angelito terreno,
de alma dulce,
santa
y peregrina…

A veces mirabas el infinito tendido en el lecho…
Eras libre desde tu pensamiento como ave de sueños.
Querías volar
y volabas…
Pues tenías alas en un cuerpecito rígido que jamás pudo apresar tus ilusiones.

Yayito:
Han pasado casi veinte años desde que te fuiste.
Pero apenas hoy comprendí tu verdadera libertad
y alegría.

¡TU MISIÓN!

Pues fuiste feliz en el orbe donde la felicidad es mentira.
Un solo error significa la perdición,
el dolor,
y mil veces el llanto.
Y sin embargo,
siempre supiste como Dios sabe hacer sus cosas…
¡Picarón!
acataste su orden divina con estoica resignación
y obediencia.
Tal vez como Jesús,
tu homónimo,
expiaste compartido el pecado del hombre.

¡Bendito sea Dios…!

Gracias por acompañarme en esta tarde,
Hermanito.
Por expiar mis pecados…
mañana podré estar contigo todo el día.

Félix M. de Óç.

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