martes, 8 de febrero de 2011

CONCUPISCENCIA




CONCUPISCENCIA

Quizás algún día pueda amarla libremente,
sin el acoso del mundo maldito,
inexorable,
pudibundo
e indiferente al amor.

Ausente de la cizaña del tiempo inevitable,
peyorativo,
destructivo
y tajante.

Tal vez logre amarla al calor del sol
y el fresco mar del Caribe ilusorio.
Ensoñación de poetas navegantes.
Tálamo arenisco del señor de la Óç.
Refugio de su bella amante.

A lo mejor cualquier día pueda hacerlo libremente.
Sin más obstáculo que su falda de colegiala permisiva,
coqueta,
vacilante,
celestina al tacto delirante del amante prohibido.

Posiblemente mañana sin temor a nada.
Con autoridad
y valor…
salvoconducto de Eros.

¡Ah poeta!
Pero quizás ese día ya no sea mi bien amada virgen…
Y su primera vez se haya ido en el barco pirata de un bucanero joven
y esbelto,
intrépido como para sufrir por el deseo vetado de un viejo marinero,
incompetente,
exiliado;
olvidado todo ese tiempo cual naufragio,
soñando con mariposas amarillas,
remedios la bella
y leones marinos.

A lo peor para ese entonces amarla sea perderla más que ahora;
condenado al recuerdo de sus manos frías
y curiosas,
sus ojos abiertos al besarme,
su pequeño cuerpo en el recodo del sillón…
su voz silenciosa.
Y su tímido yo también te amo a la tesitura del “no te vayas nunca” de Jerónimo
y “el mucho más grave” del poeta Benedetti.

Para mal en ese entonces tenerla sea perderla más que ahora,
sin el consuelo concupiscente de que aún es mi pequeñita
y virginal amante mía.

Félix M. de Óç.




Imagen de internet

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